En Agosto del 2004, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó el medicamento Cymbalta para el tratamiento de la depresión. Cymbalta inhibe ciertos químicos en el cerebro que están asociados con la estabilidad mental. En estudios posteriores a su aprobación, se encontró que Cymbalta también es efectivo para el tratamiento de la ansiedad, dolor muscular, incontinencia urinaria, estrés y neuropatía diabética. La efectividad del medicamento fue tan exitosa, que durante el primer año en el mercado, produjo $5 billones en ventas. Desafortunadamente, los efectos de Cymbalta son extremadamente peligrosos, deteriorando la salud mental y física del paciente que la toma.
Los síntomas de abstinencia de Cymbalta incluyen: náusea, mareos, dolores de cabeza, vómito y sensación de choques eléctricos en el cerebro. Es bien conocido que estos síntomas se manifiestan después de descontinuar abruptamente el uso de antidepresivos. Pero en el caso de los síntomas asociados con Cymbalta, estos son más severos. Y lo más grave del asunto es que el laboratorio que produce Cymbalta ha omitido advertir al consumidor sobre los riesgos asociados con la ingestión del medicamento.
La primera demanda en contra de Cymbalta se presentó en octubre del 2002, y desde esa fecha, han surgido más demandas. Las compañías farmacéuticas generalmente llegan a un acuerdo fuera de corte en casos de demandas colectivas, situación que se ha convertido en algo normal. Este círculo vicioso de demandas, arreglos e incesante cabildeo, parece no desaparecer.